siervo de Dios Jerónimo Gracián

Investigación del carisma del carmelo descalzo

La «mundanidad espiritual» en el pasado y en el presente de la Orden del Carmelo Descalzo (síntesis)

El Papa Francisco, en la audiencia que concedió a los capitulares del Capítulo General del Carmelo Descalzo (11.9.2021), les recomendó que leyeran las tres últimas páginas del libro del P. Henri de Lubac, Meditación sobre la Iglesia, en el que recoge una cita de Dom Venier “la mundanidad espiritual” […] cuyo ideal moral, y aun espiritual, sería, en lugar de la gloria del Señor, el hombre y su perfecciona­miento. La mundanidad espiritual no es otra cosa que una actitud radicalmente antropocéntrica. […]. Un humanismo sutil, enemigo del Dios Viviente —y, en secreto, no menos enemigo del hombre—, puede insinuarse en nosotros por mil subterfugios”.

     1. Rasgos del carisma teresiano

El Espíritu Santo derrama el carisma fundacional a Dª Teresa de Ahumada, monja carmelita del monasterio de la Encarnación de Ávila (V 32,11), poco después de la espantosa visión del infierno (V 32,1-4). El carmelita teresiano debe compartir como santa Teresa “los ímpetus grandes de aprovechar almas” (V 32, 6-7). “Ella [dice Teresa de sí] siempre estuvo y está firme y con grandísimos deseos de la honra de Dios y bien de las almas” (Rel 4, 19), “Su manjar [del Señor] es que de todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben” (M 7, 4, 12). “Pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos, mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer” (F 1,7).  El carisma teresiano es totalmente descentrado de sí, no debe buscar ni siquiera su propia salvación, sino el provecho de las almas y la honra de Dios (C 3, 6). 

 2. Doria intenta destruir o neutralizar el carisma teresiano

 El Carmelo descalzo en tiempo de Teresa se presentaba como observante, los que cumplían la Regla del Carmelo sin mitigación. Nicolás Doria toma estas palabras y este anhelo cuando accede al cargo de provincial, y les da otro sentido. Lo esencial no es la gloria de Dios y el bien y la salvación de las almas, lo esencial es la propia salvación de los frailes, es decir la mundanidad espiritual. Para conseguir este propósito, se cortará todo ideal apostólico y misionero y se reducirá a los frailes a vida claustral-monástica, se hará volver a los frailes que habían ido a misiones, o se les quitarán sus labores apostólicas. A las monjas se les quitará lo que de innovación les había legado santa Teresa de Jesús: libertad de elección de confesores, reelección de prioras que tuvieran dotes de gobierno… El objetivo es hacer desaparecer lo específico del carisma teresiano y la dimensión apostólica de los frailes.

Nicolás Doria, para conseguir su propósito, eliminará a los más allegados a santa Teresa (expulsará a Jerónimo Gracián de la Orden, encarcelará a María de san José…). Hará uso de los mismos medios que según la Biblia utiliza el espíritu del mal: la astucia (Gn 3,1), la mentira (Jn 8, 44).  El P. I. Moriones, en la defensa de su tesis doctoral, dijo: “Tenemos en santa Teresa un regalo extraordinario del Espíritu Santo a la Iglesia y en el P. Doria tenemos la respuesta, también extraordinaria, del demonio a ese carisma”. La Santa Sede liberó a los dos conventos de Italia de la dependencia de España. Serán la congregación italiana, de gran fecundidad.  

3. La Restauración del Carmelo descalzo de España con los ideales apostólicos de Teresa 

En la Congregación española hubo varios intentos de volver al teresianismo, pero estos nunca llegaron a cuajar, hasta que llegó la exclaustración de los religiosos en el s. XIX. Consideramos que solo pudo conseguir erradicar el dorismo del Carmelo descalzo español la oración cualificada del beato Francisco Palau. Él, con una lectura atenta de la Sagrada Escritura, descubrió que los pecados colectivos son como un muro que impide que las oraciones lleguen a Dios (Cf. Lm 3, 44; Is 59, 1-2). Se propuso destruir este muro, reconociendo los pecados de los hijos del Carmelo y de toda la Iglesia, ofreciendo la Eucaristía en reparación de estos pecados e implorando la misericordia de Dios. Por los frutos podemos afirmar que el ofrecimiento constante de la sangre de Cristo en reparación de los pecados de los hijos del Carmelo y de toda la Iglesia llegó a romper el muro (de pecados) que impedía que la oración del Carmelo llegara a Dios.

Se experimentó de forma palpable la misericordia de Dios, en el vigor apostólico de unos jóvenes frailes carmelitas descalzos españoles, que, con la exclaustración, huyeron a Francia, e hicieron florecer el Carmelo. Luego fundaron un convento en Marquina (1868), donde ingresaron tantos frailes que hubo necesidad de fundar otros conventos, pero en España solo lo podía fundar la Congregación española. Consiguieron que la Santa Sede suprimiera la Congregación española (1875) y solo existiera la Congregación italiana. A partir del convento de Marquina, vinculado a la Congregación italiana, por ello lleno de los ideales apostólicos de Teresa, surgirá una fecundidad prodigiosa: en cincuenta años se restauraron las provincias de España, y en la primera mitad del siglo XX, se expandió por América Latina, por diversos países de África, en la India. Se hizo patente que es inherente al carisma del Carmelo teresiano de frailes la dimensión apostólica y misionera.

4. Renacimiento del espíritu doriano (mundanidad espiritual) en el Carmelo descalzo 

    La Orden del Carmen Descalzo por su índole mariana debe contribuir a la vida mariana de la Iglesia. Las Constituciones de los frailes reflejan bien la dimensión mariana del carisma. Pero en el postconcilio, no pocos frailes carmelitas descalzos quedaron afectados por lo que se ha denominado la era glacial de invocación a María, su corazón se alejó de venerar “a la Santísima Virgen María con sentimiento filial y confianza inconmovible” (N 123).  Se prescindió de invocar individualmente y colectivamente la protección de la Virgen María y de san José. Se consideró que eran devociones anticuadas no aptas para unos frailes que creían habían llegado a la mayoría de edad, y no como elementos fundantes por voluntad expresa del Señor, a quienes les había encargado de proteger al Carmelo Descalzo y a cada uno de sus miembros.

    Al no invocarlos, la Virgen María y san José, respetuosos con la libertad de los frailes, se retiraron tanto de la vida individual como colectiva y dejaron de proteger a la Orden tanto individualmente como colectivamente. Decía un fraile de Ávila, “hemos abandonado a la Virgen y Ella nos ha abandonado a nosotros”. Fue entonces cuando el espíritu que anidaba en el interior de Doria, volvió a penetrar de forma sigilosa en la mente y en el corazón de algunos frailes.

Otra consecuencia de dejar de invocar a la Virgen y a san José, ha sido la incapacidad de vivir la experiencia de salvación de santa Teresa de Jesús, que es tan honda que solo las gracias que nos consiguen la Virgen María y san José la hacen posible, provocando insatisfacción e infecundidad, incluso de dimensiones colectivas. También se debilitarán las tres virtudes cardinales, la fe, la esperanza y la caridad. El apostolado de los frailes se hará elitista, lo propio es solo la pastoral de la espiritualidad. Luego lo propio de la vida de los frailes es cuidarse del Huésped, es decir la vida contemplativa.

De ello se hace eco el P. Miguel Márquez, Prepósito General, en la carta que dirige a toda la Orden con motivo de la fiesta de la Virgen del Carmen de 2022. En el apartado “La Ermita en ruinas” escribe: “Estos edificios, estas casas, esta estructura que hemos heredado, caerá, cambiará. Y no debemos dramatizar o lamentarnos tanto por ello, o resistirnos hasta morir. En muchos casos, la estructura nos está desgastando y agotando. Y gastamos hermanos o hermanas en cuidar solo herencias. Lo importante es el Huésped. Y este huésped no tuvo donde reclinar la cabeza. La estructura ahora está hablando de un éxodo que tenemos que recorrer y ayudar a recorrer. ¿Qué patrimonio cuidar? El patrimonio humano – espiritual, una presencia divina y humana, preciosa, bella. La persona es el patrimonio”.

Es decir, el patrimonio a cuidar es el fraile, y no el pueblo de Dios que se evangeliza en los conventos. Parece que el P. General no sepa ya distinguir lo que es el carisma teresiano, “de todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben” (M 7, 4, 12).  O lo que procede de la ideología de Doria, “la observancia regular se ha de preferir a todas las cosas” para que nada distraiga al fraile en su recogimiento interior de cuidar al “Huésped”. 

¿De qué vivirán los frailes si solo se cuidan de sí mismos, y no se preocupan de cuidar al pueblo de Dios, que a su vez los cuida a ellos con bienes que les dona? La respuesta es que, gracias a la venta de los conventos, los frailes podrán vivir sin trabajar, en el interno del convento, sin acción pastoral. Estas ideas menos radicalizadas ya estaban presentes en el diseño que el P. Miguel y su consejo hizo en 2017.

En la carta que debería tener por objetivo honrar a María, en la fiesta principal de la Orden, el P. General ya no tiene ningún escrúpulo para defender la idea de que se deben cerrar conventos, diciendo: “Ser hermanos de María nos hará no aferrarnos a los edificios cuando llegue el momento oportuno de dejarlos y dejarnos conducir humildemente a la morada que Dios nos tiene preparada”. A bien seguro, que Jesucristo y su Madre quieren estar junto al pueblo de Dios, ya que desde los conventos se proclama el Evangelio, se ayuda al necesitado, se irradia el carisma carmelitano y se honra a María. Y desean que el P. General cumpla con la misión que le marcan las Constituciones: “gobernar a toda la Orden, asegurar el bien común, promover la vitalidad de nuestra Familia y fomentar la colaboración entre las Provincias y el Gobierno central” (Cons 173).

El P. General para llevarlo a la práctica tiene como punto de referencia la propia historia de la Orden, crear “seminarios para misiones” en el que se preparen frailes para asumir los conventos de Europa, y solo enviar a los que están llenos de ideales apostólicos de Teresa, la gloria de Dios y el bien y la salvación de las almas. Esto ya lo inventó la Congregación italiana en el siglo XVII, que sirvió de modelo para toda la Iglesia. Como recordaba el P. Saverio Cannistrà en el Capítulo General de 2021: “El Espíritu dado a nuestros padres es el mismo que también nos fue dado a nosotros. Es con este pasado que debemos tratar si queremos tener un futuro digno de nuestra vocación”. Todos debemos orar por el P. General de modo que fructifique en él el carisma teresiano, que es eminentemente contemplativo y apostólico. Y trabaje incansablemente en poner las bases para que dé “todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben” (M 7, 4, 12). Y la salvaguarda de los conventos es esencial.      

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